Hem creuat la porta de Tannhäuser
Reprodueixo, pel seu excel.lent valor periodístic i literari, l'article que Enric Juliana va publicar a La Vanguardia, el passat 13 de maig.
La puerta de Tannhäuser
Enric Juliana
He visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser… he visto a España intervenida por el Directorio Europeo, al intrépido Zapatero obediente como un cordero ante el ultimátum carolingio… he visto el mayor ajuste desde el Plan de Estabilización de 1959… he visto – recuérdalo siempre, porque el 12 de mayo del 2010 será una fecha para no olvidar-como un discurso de treinta minutos, treinta minutos justos, clausuraba una era de treinta años de socialdemocracia en España, una era en la que siempre había algo más por repartir; he visto el estupor en el rostro de la gente, su rabia y su irritación, su desorientación… he visto cosas que vosotros no creeríais, porque durante demasiado tiempo os estuvieron diciendo que el mal era pasajero y que nunca, nunca, se os obligaría a cruzar la puerta de Tannhäuser…”
La cámara cierra el plano y el replicante Roy Batty concluye su trágico monólogo. Es el instante más poético de la película Blade Runner: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia… Es hora de morir”.
El Congreso de los Diputados asistió ayer a un pase de ciencia ficción. Había algo de irreal en la fatigada locución de José Luis Rodríguez Zapatero. La escena de La Rendición parecía movida por un resorte extraño, por una fuerza oculta, por un destino trágico e implacable que todas las metáforas de Georges Lakoff, todas las ocurrencias de Miguel Sebastián, todas las simplezas de Jesús Caldera, toda la inteligencia de Alfredo Pérez Rubalcaba y todas las buenas intenciones de José Andrés Torres Mora no han podido evitar.
“Zapatero es un chico de clase media de León, con oficio político, que suele creer en lo que dice y que ha hecho lo que ha podido”, me comentaba hace pocas semanas una persona de su círculo de confianza. “Muy poca gente sabe lo que hay en su interior, posee una gran coraza”, explica alguien que siguió muy de cerca su eclosión presidencial. Y esta es mi conclusión después de seis años de crónica en Madrid: Zapatero es un profesional de la política dotado de una estanqueidad psicológica que no tuvieron ni el valiente Aznar (con sus sueños de grandeza), ni el gran González (somatizador de la angustia de sentirse imprescindible), ni el lince de Suárez, que nunca se emancipó de Ávila. Zapatero, como Aznar, ha calibrado mal la realidad exterior. De joven viajó demasiado poco al extranjero. El mundo hay que saber olfatearlo.
Y España es hoy un país intervenido por el Directorio Europeo. Alguien más sensible a la adversidad estaría sumido en la depresión y le daría vueltas a la carta de renuncia. Zapatero, sin embargo, tardará en pronunciar la frase: “Es hora de morir”. Le sobra resiliencia. Posee la dureza de los mejores replicantes. Hoy mismo recomenzará el combate, en los siguientes términos: contendrá a los sindicatos, pondrá el foco en Valencia (donde el PP va a tener un serio problema de ejemplaridad pública) y procurará que se acelere la sentencia del Estatut. Ahora es el momento. Ahora sí. Una oportuna medalla española en plena “emergencia nacional”.
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